"La osadía propone metas y el miedo marca los límites"
Tal vez llegue más lejos quien no sabe adonde va, ni por donde camina.
Quizá hemos fijado un claro destino vital con itinerario detallado y checkpoint marcados de antemano, por nosotros o por la sociedad en la que vivimos encarcelados, que no debemos abandonar para alcanzar con éxito y sin extraviarnos nuestra meta anhelada: estudio, trabajo, religión e ideología política, relaciones familiares y sociales, estatus económico y una muerte digna, como dios manda, que albergue nuestros cuerpos marchitos en un mausoleo ostentoso en espera del juicio final, sin abogados que nos defiendan.
Sin embargo, si no tenemos claro nuestro destino y el camino que debemos elegir, podemos dejarnos llevar por la osadía y la intuición, que nos susurra al oído a cada momento, en busca de nuevas sensaciones y experiencias, aparentemente perdidos, intentando comprender el mundo y romper los límites que las circunstancias y el miedo instalan en nuestro camino. Así evitaremos resignarnos y ahogarnos en la monotonía.
Llegaremos sin duda al mismo puerto: la muerte, pero la travesía habrá sido más emocionante e intensa y alguien escuchará el grito: ¡me siento vivo! antes de exhalar nuestro último suspiro, sin necesidad de reencarnarnos ni de resucitar al final de los tiempos.
Quizá hemos fijado un claro destino vital con itinerario detallado y checkpoint marcados de antemano, por nosotros o por la sociedad en la que vivimos encarcelados, que no debemos abandonar para alcanzar con éxito y sin extraviarnos nuestra meta anhelada: estudio, trabajo, religión e ideología política, relaciones familiares y sociales, estatus económico y una muerte digna, como dios manda, que albergue nuestros cuerpos marchitos en un mausoleo ostentoso en espera del juicio final, sin abogados que nos defiendan.
Sin embargo, si no tenemos claro nuestro destino y el camino que debemos elegir, podemos dejarnos llevar por la osadía y la intuición, que nos susurra al oído a cada momento, en busca de nuevas sensaciones y experiencias, aparentemente perdidos, intentando comprender el mundo y romper los límites que las circunstancias y el miedo instalan en nuestro camino. Así evitaremos resignarnos y ahogarnos en la monotonía.
Llegaremos sin duda al mismo puerto: la muerte, pero la travesía habrá sido más emocionante e intensa y alguien escuchará el grito: ¡me siento vivo! antes de exhalar nuestro último suspiro, sin necesidad de reencarnarnos ni de resucitar al final de los tiempos.
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