domingo, 8 de enero de 2012

En el espejo.


Su hermoso rostro quedó grabado para siempre en el espejo de mi habitación aquella tarde de viento otoñal que anduvo peinándose, recomponiendo su imagen.

Su sombra desapareció mucho antes, la noche de San Juan, después de bañarse desnuda en el mar, a la luz llena de la Luna.

Por eso ahora anda sola y como perdida, sin nadie que la reconozca, sin nadie que se fije en ella, como fantasma invisible deambulando en la densa niebla.

Yo la contemplo desde mi cama mientras se peina y no necesito soñar con ella. Me levanto, acaricio su pelo y noto la suavidad de su melena en el vidrio del espejo.

He pensado muchas veces ir a su encuentro, buscarla para traerla de nuevo a mi habitación y situarla frente al espejo, tal vez así recupere su rostro. Llevarla después al mar, en luna nueva, a encontrar su sombra. Pero temo que entonces, cuando vuelva a ser auténticamente ella, desaparezca para siempre de mi vida y ya no me quede, siquiera, su recuerdo.

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