Lo sé todo de ti, los grandes y pequeños secretos que ocultas en tu cuaderno de bitácora, incluso aquello que no debería conocer para no sentirme cómplice de tus aventuras y desdichado por tus distracciones conmigo.
Y todo lo que sé de ti no lo conozco porque me lo hayas contado en un momento de intimidad franca, ni porque cuente con espías que sigan tus pasos a prudente distancia y relaten tus actos a cambio de dinero. No, todo lo que sé de ti lo leo a través de tu limpia mirada, ventana transparente que me conecta con la profundidad de tus misterios.
Y a pesar de todo, conociendo lo que piensas, lo que sientes, aquello y esto que deseas, opuesto a mis sentimientos y mis deseos, no puedo dejar de admirarte y comprenderte, porque de no ser así traicionaría el pacto no escrito conmigo mismo el primer día que te conocí.
Lo sé todo de ti y quiero seguir conociendo cómo serás con el paso del tiempo, si cerrarás algún día tu ventana a la luz de mi mirada, o si por fin abrirás la puerta de tu corazón para dejar paso a mi insolente porfía.
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