En las montañas contemplamos la vida en otros colores.
No sabemos si se trata de un efecto óptico por encontrarnos más cerca del sol, o si se debe a una sensación asociada al ambiente especial que respiramos allí arriba.
Nos alejamos de la ciudad dejando atrás ruidos, ajetreos y ocupaciones diarias de la rutina para adentramos en un espacio natural donde el ritmo lo marcamos nosotros con los únicos límites de nuestras fuerzas y los obstáculos infranqueables de nuestra imaginación.
Libres las mentes, respirando aires más puros y compartiendo esfuerzo y sensaciones con otras personas compañeras, alcanzamos el trance perfecto que no ofrece una visión colorida del mundo, de nuestro mundo.
El cielo se torna rojo fuego, la tierra es verde, las montañas se visten de azul y los árboles de amarillo, fenómenos no achacables al mal de altura sino a nuestro estado de felicidad y armonía.
Si quieres comprobarlo y vivirlo puedes acompañarnos, verás todo de otro color.
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