El fuego prendió en nuestros cuerpos al momento,
consecuencia de chispeantes miradas.
Sonaron todas las sirenas
y desalojaron la sala.
Quedamos solos abrasando el instante,
dejando arder la llama apasionada.
Una lluvia fina y persistente ahogó el incendio intencionado,
¿quién pulsó la alarma?
Queda el rescoldo, la brasa olímpica
que prenderá de nuevo
en espacios privados, sin alarmas.
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