Las nubes navegaban por encima de sus cabezas llevadas por un viento cálido que susurraba mágicas melodías de enamorados. Pero él no prestaba atención a las señales de la naturaleza, toda su atención, sus cinco sentidos, estaba centrada en la mujer que caminaba a su izquierda, justo al lado de su corazón. Atento a sus gestos, a sus palabras, a su elegante caminar. Sí, podría haberlo conducido al borde de un acantilado, junto al mar, y, concentrado en ella, habría saltado al vacío siguiendo sus pasos, tal era el encantamiento.
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