Volvemos, regresamos a nuestro pasado, a nuestra dulce infancia, intentando encontrar, en las encaladas paredes de la memoria, las sombras de aquellos niños que jugaban alegres en mitad del campo.
Imaginamos sus risas, sus grandes descubrimientos y sus fantásticas aventuras soñando alrededor del palacio. Los vemos esconderse huyendo de nuestra presencia y observarnos, ocultos, detrás de los árboles.
Sentimos que el tiempo ha pasado deprisa, demasiado rápido. Ellos marcharon hace años, muchos años, y tan sólo encontramos, en esta festiva mañana, a dos solitarios personajes, de edad madura, que nos saludan mientras cargan la leña que caliente su triste aburrimiento.
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