Y si tienen que crucificarnos, por nuestros insólitos pecados, mejor en la piscina, con los brazos en cruz, sin clavos ni ataduras, claro, sujetos al borde, (no al borde que pretendía crucificarnos, de él ya nos libramos en su momento), y el resto del cuerpo libre para moverlo debajo del agua. Y a nuestro lado, acompañándonos, gente honrada, pues ladrones ya tenemos bastantes fuera de la piscina nadando en dinero negro allende nuestras fronteras. ¿Iremos al cielo? ¿Para qué? Habiendo tierra firme para caminar, y mar donde naufragar, no necesitamos evaporarnos, de momento. ¿Te crucificas conmigo?
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