Como una muñeca de papel, con tus vestidos recortables de
verano, cambias de imagen cada tarde. Una imagen juvenil y alegre, chic. Te miras
al espejo de arriba abajo con coquetería y algo de timidez, y disparas una foto que me envías, volando, de
recuerdo.
Llegada la noche echas a correr descalza en dirección a la playa. Yo te sigo con mi
imaginación y mis palabras para darte alcance y construir castillos de arena que
ruedan abrazados por el suelo. Y mientras te beso, o me besas, en el fragor de
la pasión y con la luna llena de testigo iluminando el magnífico escenario, una ola
nocturna y alevosa nos cubre con su manto de espuma salada. Al momento, tras la tormenta marina, tu vestido de papel se deshace entre mis brazos y tan sólo queda de ti el aroma a tierra
mojada en mi sueño de verano.
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