El ambiente en la oficina no era
de lo más recomendable, malas caras y peores contestaciones fruto de los roces de
muchos años compartiendo miserias. Y sucedió que aquel día, víspera de otro
cualquiera, se desbordó el vaso de la paciencia y corrió la sangre inundándolo
todo. Un pequeño comentario machista del director de Recursos Inhumanos
desembocó en su asesinato: ¡Qué buenas estáis y qué inútiles sois! Tal vez
debió permanecer callado, no era ocho de marzo pero los abrecartas y las
tijeras lucían recién afiladas.
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