¡Hágase la luz!

Sin luz no hay color y sin amor la vida la vemos en blanco y negro.

Mensaje.

"Por qué tratar de ser otro si es a ti al que quiero para mí".

Un amor de película.

Y al llegar a ti en otros sueños me embarco.

Como quieras.

No todo es como quieres, ni siquiera cuando lo que quieres es tan sencillo que al final resulta complicado.

En el puerto.

Siempre encontramos un puerto dispuesto a acogernos.

En el embarcadero.

Amor en el embarcadero.

Navegando.

Navegando en la albufera.

La lata.

Oxidada, así quedo la lata víctima de la humedad y del tiempo. ¿Qué hubo dentro? ¿Sardinas en aceite o un amor en conserva? Quién sabe, tal vez no hubo nada, un vacío esperando que alguien tirara de la anilla para liberarlo. Rescatada de la Azohía, descansa ahora llena de bellos recuerdos.

Sin fuerzas.

El espejo.

Un espejo es como una cámara de fotos sin memoria, capta todas las imágenes a su alcance pero no conserva ninguna, no tengas miedo a posar delante de él.

Obsesión

Esta obsesión por dejar huella de lo que vemos y sentimos no es nueva. Llámale técnica, llámale arte, llámale como quieras, pero no dejes de expresar lo que sientas.

El vidrio mallado.

 ¿Qué hay detrás de ti?

¿Qué secretos escondes?

¿Por qué no eres transparente?

¿Harías estas preguntas a un vidrio mallado?

¿No?

Entonces, ¿por qué me las haces a mí?

Él sólo deja pasar la luz despertando nuestra curiosidad e imaginación, ¿acaso no es suficiente?

A pierna suelta.

"A pierna suelta", detalle de un cuadro inacabado.

De paseo.

Yo seguía vuestros pasos camino del final de la tarde y esa suave luz, cálida e irrepetible, reflejada en el pavimento, atrapó mis ojos y paralizó mi tiempo.

La aceitera común.

Cualquier día, sin darnos cuenta, podemos amanecer metamorfoseados, como le ocurrió a Gregor Samsa, en otro ser, y a partir de ese momento ya no volveremos a ser los mismos sino rehenes atrapados en otro cuerpo, en otra vida.

Cualquier día, sin darnos cuenta, podemos amanecer enamorados, como le ocurrió a aquella inquieta mujer, y a partir de ese momento ya no volveremos a ser los mismos sino rehenes atrapados a otro cuerpo, a otra vida.

Camino de amar.

Todos los caminos conducen a amar.

En la esquina.

“En la esquina del cementerio te espero”, me dijo, y allí nos encontramos. Él estaba muerto y yo, todavía, andaba entre los vivos.

La puerta de colores.

La puerta de colores nos abre los sentidos.

Se va la tarde.

Entre colores se nos va la tarde difuminada.

Arriesgando.

El riesgo no está en la altura de lo que podemos hacer sino en no intentar hacerlo.

Tiempo de espera.

Agotada la nostalgia del porvenir y sin anhelos del pasado, ya no queda más tiempo que vida, Manuel, sólo queda esperar, con las manos cruzadas, que alguien apague la luz y que no se repita otro Big Bang.

A mar.

 A Mar, que de tanto amar se ahogaba:

Si solo fuera un instante el tiempo que hiere mi alma, cuando te marchas,  podría taponar la hemorragia de amor que tu ausencia rasga, pero es tanto, infinitamente tanto, el tiempo que tardarás en regresar a mi casa que nada puedo hacer para evitar morir enamorada.

Mar

El laúd.

Y el laúd isabelino, de H. Smith, enamoró la tarde.

Portmán.

Fue girar la cámara y la mar se nos echó encima.

Engranajes.

De los engranajes, de la maquinaria que mueve la vida, solo me interesa el del amor, ese hay que evitar que se oxide.

Reloj.

El Sol marca mi tiempo, con sus luces y mis sombras.

Pintura rupestre.

Pasada la Prehistoria, hubo que esperar algún tiempo para que el amor, en todas sus lenguas, dejara un mensaje escrito en la roca: ¡Léelo!

El escaparate.

Todo tenía su precio, todo estaba marcado en el escaparate salvo el reflejo de quien a él se acercara. Yo me acerqué sin pretender encontrar nada y me encontré a mí mismo reflejado en tu mirada.

Cata.

Nos dieron a catar un par de copas vacías: En una descubrimos el deseo de un gran amor sin decantar, envejecido en barrica de roble francés, y en la otra el dolor persistente, amargo y triste, de algún desengaño con muchos taninos.