Hace tiempo que sé cuál es mi
destino y cada día que pasa lo siento más cercano, pero no tengo prisa por
llegar. Es más, me demoro, me pierdo por sendas laterales. A veces retrocedo,
no para tomar impulso, sino para volver a revivir algún acontecimiento pasado.
Otras veces corro, intentando huir del presente, escapar de un mal trance
inevitable y hostil. Atajos tomo en aquellas etapas monótonas y aburridas,
evitando curvas innecesarias que nada aportan a mi vida. Cercano está el final,
cuestión de horas, días, meses o años, qué más da. No hay temor, ni rabia, ni
desesperación, tan sólo paz.
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