En la frontera del equinoccio te
despido y me despides bajo un manto gris que nos protege y nos separa.
A la derecha la senda de tu mundo
triste y apagado, a la izquierda el camino de mis dudas y misterios.
Volveremos a encontrarnos
cualquiera otra tarde de primavera y caminaremos juntos, sin destino, al antojo
de las piernas que nos llevan.
Avanzaremos en paralelo mientras
conversamos sin guion establecido.
Unas copas brindarán por nuestras miradas que se encontrarán frente a frente iluminadas y darán paso, tras una cena sugerente y animada, a nuevas fantasías en la madrugada.
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