Pensamientos negativos se enganchan en tu mente y giran si parar generando sufrimiento: miedo, odio, venganza, temor, envidia, celos, enfermedades... ¡No los retengas! ¡Déjales ir! ¡Qué se marchen!
“Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza”. Fernando Pessoa
Pensamientos negativos se enganchan en tu mente y giran si parar generando sufrimiento: miedo, odio, venganza, temor, envidia, celos, enfermedades... ¡No los retengas! ¡Déjales ir! ¡Qué se marchen!
Cuando todo se viene abajo, después de un gran terremoto existencial, creemos que nada tiene sentido y que jamás podremos salir adelante y reconstruir nuestras vidas. No encontramos respuestas que den luz a lo que ha pasado, pero ha ocurrido y ese tsunami inesperado arrasó todo lo que encontró a su paso. ¿Qué podemos hacer para seguir adelante? Agarrarnos a aquello que todavía flota a nuestro alrededor y confiar en que llegaremos a la orilla para, una vez repuestos, continuar nuestro periplo vital.
Mi vida va y viene en continuo movimiento, como las olas del mar. Olas tranquilas a veces y agitadas otras, pero que nunca me dejan indiferente. Olas de amistad, de belleza, de amor, de nostalgia, de desamor, de autoconocimiento. Olas que traen recuerdos a mi orilla y olas que se llevan lo mejor de mí hacia otras lejanas orillas. Cálidas olas de verano y frías olas de invierno. Y entre ola y ola, dejo mi mente en blanco, respiro el aire salado y escucho el canto de gaviotas. En ese momento el tiempo se detiene permitiéndome sentir la magia que me envuelve.
Allí, donde cae rendido el sol cada tarde, al borde del abismo, hay un faro apagado que no ilumina nada y provoca mil naufragios de amores a la deriva. Rodeado de murciélagos, que aletean cómo locos en busca del sustento, se eleva intentando atrapar a la luna llena, para hacer posible su sueño de ser faro cuando esta se pose en su cabeza. Yo lo veo a lo lejos, desde mi ventana, y distingo un piloto rojo que lo corona. Sé que tú también lo miras y que gracias a él nuestras miradas se conectan. Allí, donde termina el crepúsculo y comienza la noche, hay un faro apagado que nos une y nos alienta.
Era una chica valiente y atrevida, no tenía miedo a nada, ni nada se le resistía. Con la mirada fija en la cima y las manos blancas, se agarraba a la roca y, mientras ascendía, no pensaba. Yo le daba cuerda y carrete, por asegurarla, pero no lo necesitaba. Podría haber subido sin asistencias, como un ángel sube al cielo. Tanta era su fe y su determinación que ningún reto la paralizaba. Tendrías que ver su cara de felicidad y de satisfacción cuando coronaba y se asomaba al abismo. Un día voló, buscando cumbres más altas, y ya no supe más de ella. Seguro que andará por ahí arriba tocando las estrellas.
A veces, sin querer, me encuentro donde no me busco. Soy un reflejo condicionado a un cristal y a una cámara de fotos. Un observador atento y poco más, nunca el objeto de mi mirada.
Es más fácil escalar a la cima del amor, estando enamorada, que descender cuando arriba ya no queda nada.
En mi imaginario, "orillamar", es un momento mágico que conecta deseos, recuerdos y sentimientos. Un estado tan real que parece un sueño y tan efímero que resulta eterno. El mejor lugar, sin lugar a dudas.
Cada noche, desde tierra adentro, olas de sueños llegan a mi orilla y traen tu recuerdo: no lo olvides, no me olvides.
Aunque sea corto el tiempo y larga la distancia, siempre merece la pena el reencuentro, estar juntos y ahuyentar la nostalgia.
Hoy no tuve palabras que llevarme a la boca, así que escribí unos versos de amor en mi memoria. Era mi intención recitarlos en tu presencia. Lástima que ahora no quieran florecer en mi garganta. Sé que hablaban de ti y que también hablaban de mí, de nosotros dos hablaban. Y no sé más, ni tampoco menos. Quizás suspiraban de pasión y ardían en fuegos y llamas. Tal vez cantaban sentimientos, gestos y miradas. Pero no, no me preguntes nada, ojalá recuerde mañana.
Brillan más las ideas cuando alrededor todo es oscuro. Frente a la monotonía de los mensajes tradicionales, encendamos la luz a otras maneras de ver lo cotidiano. Decir "no", rebelarte, huir de lugares comunes, ser tú y no ser nadie. Y cuando salgas de este mundo, apaga y márchate sin hacer ruido.
No siempre atino, incluso desatino de vez en cuando. No siempre escribo de mí, ni de nadie en concreto, sino de ideas que me vienen a la cabeza, sin pensar muy bien lo que digo. No me tengas en cuenta todo lo que digo, si quieres llevarte bien conmigo. Yo intentaré hacer lo mismo contigo, amigo (a).
Aunque no lo parezca, todo tiene sentido si eres capaz de buscar una explicación. No te quedes en la primera mirada, sé un poco más sutil.
Ahora que duermes y no puedes leerme, te escribo. Escribo sin saber lo que escribo, pero sin dejar de hacerlo, como si en ello me fuera la vida. Y la vida que escribo y describo es mi vida y tu vida, nuestras vidas. Vidas que un día se cruzaron, no sabemos bien porqué, y que continúan unidas y desunidas a la vez. Y a la vez que duermes, mientras yo escribo, te imagino soñando que te escribo y que dejo de hacerlo para, por fin, reunirme en sueños contigo.
Azul era la noche y triste su mirada. De nada sirvieron mis gestos para aliviarla. Se fue pronto a la cama, herida como estaba, y me dejó solo, en silencio y sin palabras. Quizás mañana amanezca con otro ánimo y otra mirada.
Jamás te mentiré, pero nunca te diré la verdad. Si quieres conocerla tendrás que investigar o contratar a un detective que siga mis pasos por la ciudad. Sí, tengo un pasado oscuro y muchos asuntos que ocultar. No me preguntes, porque no te diré la verdad, mi respuesta será un cuento más.
Tú me dejaste ir, yo te dejé marchar. Ninguno de los dos quedó en ese amor vacío. Pasado un tiempo eterno, de heridas, silencios y sombras, vuelves a mí y yo regreso a ti. Ya estamos juntos de nuevo, saciando el deseo e inundándolo todo de amor pleno. ¿Por cuánto tiempo esta vez?
Y para los que no pintamos nada, la fotografía es un refugio y un subterfugio que pixela nuestra mirada.
Procura caminar con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte. No olvides, de vez en cuando, mirar al cielo y soñar, porque los sueños, tarde o temprano, te traerán felicidad.
Cuando me voy por las ramas, pienso que no puedo vivir contigo y que tampoco puedo vivir sin ti. Eres mi sueño y mi necesidad.
Hay sentimientos que, como el cristal, no se ven hasta que no se rompen y que, una vez rotos, ya no hay manera de repararlos. El amor es uno de ellos cuando se hace añicos.
No sé nada, ni nada sé hacer. Reconozco mi inutilidad para cualquier tarea, física o mental. Asumo que soy un cero a la izquierda y un "menos uno" a la derecha, es decir, que no valgo absolutamente para nada. No obstante, he de decir, muy a mi pesar, que la gente, no sé qué habrá visto en mí, me valora y quiere estar a mi lado y disfrutar de mi amistad. Es algo asombroso, a lo que no doy crédito, ni rédito.
Para ser viejos amigos hay que llegar a viejos y continuar siendo amigos. No sé cuál de las dos condiciones es más difícil de cumplir, quizás la segunda.
A todas mis madres, las propias y las ajenas, las que fueron y las que serán, las que son y las que nunca dejaron de serlo. A todas ellas, madres.
Trabajar para vivir y para dejar de trabajar, llegado el momento de la jubilación, y vivir de la pensión. Tanto esfuerzo, tantos días, tantos años, da para contar muchas historias de gente que luchó, ganduleó, traicionó y echó una mano, sino las dos. El trabajo nos humaniza y también nos esclaviza. Más vale tenerlo que carecer de él. No están los tiempos para celebrar y ya se agotaron las fuerzas de reivindicar.