Qué importa el destino, lo que cuenta es el camino. No importa adónde vayas si vas con la persona que amas.
“Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza”. Fernando Pessoa
Qué importa el destino, lo que cuenta es el camino. No importa adónde vayas si vas con la persona que amas.
Manos que sujetan
Manos que acarician
Manos que apoyan
Manos que exploran
Manos que hablan
Manos que sienten
Manos que gritan
Manos que lloran
Manos que bailan
Manos que abrazan
Manos que dan la mano.
Sin guion, y en cualquier escenario, nos montamos las mejores películas. Lo nuestro, desde aquel inmaculado día, es una historia de cine.
Por el buen camino te guía el pastor con sus perros y sus mimos. En el rebaño te sientes protegida, pero si tienes alma libertaria recuerda que la cabra siempre tira al monte.
Atrapados sus cuerpos entre sombras de barrotes de ventana y rayas de sábanas calientes, no tuvieron otra opción que no fuera entrelazarlos y acabar en un amasijo de piernas, brazos y labios desordenados.
Un continuo fluir es la vida, un río que sigue su curso sin detenerse, a veces con más fuerza y otras mansamente. Parar un momento, salirnos del cauce y echar la vista atrás, observar de dónde venimos, contemplar nuestras sombras, tomar aliento y continuar río abajo buscando, sin prisa, la desembocadura, el desenlace.
Es como cuando te toca el gordo
de la lotería, aunque a mí nunca me ha tocado, o como cuando apruebas una
oposición, que no te lo crees. Pues igual sucede con el amor. Cuando te
enamoras de la mujer de tu vida y sientes que ella también está enamorada de
ti, no te lo crees. Te despiertas por la mañana y piensas que ha sido un sueño,
que no es real, pero luego ves que sí, que sigue estando ahí, que no se ha
marchado. Y, de vez en cuando, tienes miedo de que en algún momento toda esa
maravilla se venga abajo y ese sueño, esa realidad, desaparezcan. Yo he sentido
y he vivido todo eso contigo, Carmen, y quiero, porque te amo, que siga siendo
así indefinidamente.
Me acuesto pronto y me despierto temprano. Estás en mi último pensamiento del día y amaneces en el primero. Es algo maravilloso, sentir tanto amor, poder expresarlo y recibir de ti todo el que me entregas. Me gusta asomarme al espejo contigo, ver la imagen que reflejamos juntos y admirarte. Te digo que eres una gran mujer y una excelente persona, tú no me crees y dices que exagero, pero es así y así tengo que decírtelo, porque me lo pide el cuerpo. Soy afortunado, muy afortunado contigo por todo lo que has despertado en mí sin esperarlo. He de dar gracias al destino por ponerte en mi camino. Apareciste allí, entre piedras y vientos, rodeada de mar y de un halo que yo sólo pude ver. Eras tú, mi mujer soñada, a la que llevaba esperando tanto tiempo y que por fin se hizo presente. Ya no necesito más, contigo estoy lleno de amor y deslumbrado. Sólo pido a la vida tiempo para seguir amándote hasta el último día.
La distancia más corta entre dos puntos es el punto y seguido, seguir juntos en la misma narración: .
El mundo quiere ir cada vez más rápido. La prisa, la urgencia, la velocidad, el cuanto antes mejor, se han instalado en nuestras vidas de tal forma que ya no tenemos tiempo para disfrutar con tiempo el presente. Para, no corras tanto.
Es su mirada, el paraíso. Sus manos, un mar de sensaciones. Su sonrisa, el preludio de una risa loca. Su piel, la suavidad de un viento cálido. Su voz, el canto de una sirena encantada. Su caminar, el elegante movimiento de una diosa. Su presencia, la ausencia de lo que es innecesario. Así es, aunque no lo parezca y pase, salvo a mis cinco sentidos, desapercibida.
Caracoleando vamos subiendo y bajando tantas veces como sea necesario. No es fácil aprender la lección, por eso hay que repetir, una y otra vez, hasta que descubramos de qué va esto de vivir.
Otra manera de ver la televisión es contemplar el reflejo de la vida en su pantalla. Casi siempre estamos más pendientes de lo que sucede allí, a cientos o miles de kilómetros de distancia, que de lo que pasa aquí al lado, a tan solo unos metros.
Por arma, el teléfono de la ducha, actitud lúdica, juegos y risas bajo el agua, besos y miradas encendidas, después la blancura de las toallas arropando nuestros cuerpos desnudos, un abrazo frotado que provoque las íntimas humedades, y para terminar, o comenzar de nuevo, nuestros cuerpos, tendidos y frescos, compartiendo la misma cama.
A fuego lento se cocinan los amores más ricos y sabrosos. Pero el calor del verano y las urgencias del cuerpo nos obligan a poner toda la carne en el asador en una breve siesta y cocinarla a máxima potencia: tostada por fuera, tierna y jugosa por dentro: ¡En su punto!
Estoy bien, pero como siempre digo, podría estar mejor. Aunque también peor. Por tanto, me quedo como estoy en este momento, que es el mejor momento posible para estar bien. Aun sabiendo que, tarde o temprano, todo cambia y, por consiguiente, cambiaré yo también. Cambiar para quedar igual que estoy, es decir, bien. O bien cambiar porque no merece la pena estar mal, ni hay mal que cien años dure. ¿Me explico? Y si tú estás mal, que no lo deseo, pues a ver si consigues estar bien y así rimar conmigo, amigo, amiga.
Hay momentos para todo, también para el desánimo, pero son temporales y enseguida remontamos el vuelo. No es fácil vivir cuando no puedes hacer lo que quieres. Aceptar que es así e intentar revertir la situación es el único remedio.