sábado, 28 de diciembre de 2019

Afrodita


Al llegar a la habitación del hotel y comenzar a deshacer la maleta encontré el libro encima de la mesita. Inocente de mí, pensé que la persona que había ocupado la habitación antes que yo lo habría dejado olvidado. La sorpresa fue al cogerlo y encontrarme en la primera página la dedicatoria de María. En ese instante empecé a dudar y sospechar si no sería yo el verdadero destinatario del libro de Isabel Allende. Bajé a recepción, hace años que me conocen porque siempre que me acerco a Calpe me alojo en ese hotel, y pregunté por la persona que había ocupado mi habitación. La respuesta fue, adornada con una sonrisa cómplice, que se trataba de una amiga mía, cuyos apellidos no voy a desvelar, conocedora de mis rutinas y de mi viaje, que quiso dormir en mi cama la noche anterior a mi llegada y, en connivencia con la directora, dejar el libro para que llegara a mis manos. Lo que sucedió después daría para otro relato, si María autorizara a publicarlo. Desde aquí la invito a hacerlo.

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