Todo el tiempo contigo parece poco y todo el tiempo sin ti parece eterno, amor.
“Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza”. Fernando Pessoa
Quiso ser sol, pero no pasó de farola. Conocer nuestras limitaciones ayuda a evitar esfuerzos innecesarios. No vayas de farol sin las cartas apropiadas.
A todas luces, en el crepúsculo, saturan los colores y surge de la nada un contraste de tonos cálidos y fríos que despiden la tarde y dan la bienvenida a la noche. Tal vez sea el mejor momento del día para recordarte, mientras tú andas a lo tuyo en otro tiempo y en otra parte.
No sé quién fue Pilar. Me encontré esta placa, hace tres años, en un antiguo cementerio abandonado de La Matarraña y llamó mi atención. Desde entonces, cada 25 de marzo, me sumo al llamamiento de no olvidar a Pilar. Si tiene mérito alojar en tu memoria a los seres queridos que ya no están, más lo tendrá, todavía, recordar a alguien desconocido como Pilar.
Hay gente que piensa que si habla más fuerte se le entenderá mejor o que llevará más razón y lo único que consigue es ahuyentar a los que estamos alrededor. Habla, pero flojo que todavía no estamos sordos.
Juntamos letras para construir palabras que ordenadas en frases expresan una emoción, un sentimiento, alguna reflexión, muchas dudas y pocas certezas. Palabras que florecen en primavera y tiñen de románticos colores los valles. Aromáticas palabras que fructifican con el calor y aguantan verdes todo el verano, regresando en otoño a la tierra descompuestas en letras caducas, trasnochadas, para abonar otros relatos de invierno. Y esta afición, o adicción, que algunos llaman poesía, es para mí, tan sólo, un sugestivo oficio de artesanía.
En la frontera del equinoccio te
despido y me despides bajo un manto gris que nos protege y nos separa.
A la derecha la senda de tu mundo
triste y apagado, a la izquierda el camino de mis dudas y misterios.
Volveremos a encontrarnos
cualquiera otra tarde de primavera y caminaremos juntos, sin destino, al antojo
de las piernas que nos llevan.
Avanzaremos en paralelo mientras
conversamos sin guion establecido.
Unas copas brindarán por nuestras miradas que se encontrarán frente a frente iluminadas y darán paso, tras una cena sugerente y animada, a nuevas fantasías en la madrugada.
Compartir mesa y mantel con un menú apropiado a base de conversación, gestos, historias, secretos, aventuras y una botella de vino, favorece la digestión y ayuda a mantener la línea que nos conecta y nos mantiene unidos.
La más bella historia de amor es aquella que no se cuenta, por eso permaneceré callado para que no pierda el encanto la nuestra y no se queden todos de piedra al conocerla.
Hay que estar ahí, horas y horas, día tras día, varias semanas, detrás del cristal, en el escaparate, viendo pasar a la gente camino de sus asuntos, casi siempre con prisas, como si perdieran el tren o se les fuera la vida. Algunos miran de reojo y otras se paran a verte, a vernos con más detalle. A veces nos halagan y otras nos critican por el solo hecho de ir a la moda. Y tenemos que callarnos, mordernos los labios, no decir nada. Así hasta que llega la noche, de madrugada, y apagan las luces, los focos que nos señalan, y podemos descansar un rato de tanta mirada. No, no creas que es fácil esta vida estática, tan esclava, que nos cambia de ropa cada temporada.
Entre un antes y un después hay un ahora, lugar donde se desarrollan los acontecimientos en tiempo real, en vivo y en directo, lo demás es historia o ciencia ficción, tenlo en cuenta.
Hemos subido y bajado tanto que
ya perdimos la cuenta. Atrás, algunos quedaron en el camino y, por delante,
aparecieron otras gentes. Hubo de todo y no nos faltó de nada, quizás algo de
valor para dar el último paso, pero no importa porque todavía estamos a tiempo de darlo.
Hay que creer en los dioses para que los dioses existan. Yo no creo en ninguno, pero existen, no me cabe duda.
Mis manos van hacia ti
Y no puedo detenerlas
Locas de deseo te buscan
Y quieren recorrerte
Deslizarse de norte a sur
Y de este a oeste
Desabrochar botones
Y bajar cremalleras
Liberar secretos íntimos
Y dejarte a la intemperie
Mis manos están inquietas
Y tiemblan cuando te acercas
Huelen tu perfume
Y escuchan cómo lates
Te ven con diez ojos
Y saborean tu tacto
Le piden a mis brazos que las
lleven
Y suplican a mis piernas que te
alcancen
Desnudas quieren desnudarte
Y, si las dejas, poseerte
Ponernos la armadura y proteger
nuestra intimidad. Ocultar lo que llevamos dentro. Establecer una barrera
metálica que nos aísle de los demás. Actitud de defensa y quizás también de
ataque. Prepararnos para recibir golpes y evitar sus consecuencias. ¿Quién no
lleva una armadura invisible puesta? ¿Quién está dispuesto a quitársela y mostrar
lo que hay dentro?
Por cierto: ¿alguien me puede dejar un abrelatas?
Pudo ser la primera vez, pero no fue ninguna. No se atrevió a dar el primer paso ni tampoco el segundo. Allí quedó, prisionera en su propia casa y rodeada de extraños. Cuando paso por su puerta me detengo, miro hacia su ventana y no la veo, pero sé que está allí dentro, porque se refleja en el cristal la tristeza de su desencanto.
Y a pesar de todas las mochilas que cargáis, que no son pocas, el presente es cada día más vuestro. ¡Adelante!
Tarde de risas y más que risas, de mesa en mesa, tragos de tequila, mirando a la esquina, sal y limón. Patrullas azules, a la salida, toman el control. Y van por las calles, de regreso, buscando una pizza, un taxi, una casa, una cama, un pijama, un sueño y alguna canción.
Cuando estoy contigo, el tiempo
pasa tan deprisa que las horas se transforman en minutos y los minutos se
convierten en segundos. Todo fluye tan a gusto, con tanta complicidad y con esa
inexplicable conexión, que, cuando nos damos cuenta, pasó el tiempo sin darnos
cuenta de que el tiempo ya pasó. Tendremos que pedir una prórroga.
Ni todos los capullos florecen al mismo tiempo ni todas las flores marchitan a la vez. Cada cual lleva su primavera por dentro y la expresa cuando le viene bien. ¿No crees?