Siempre la misma hora, me despierto y ahí estás tú. Las
tres, minuto arriba, minuto abajo, ahí estás tú.
Despierta o soñando ahí estás tú, antes solo despierta y
ahora soy consciente y en los sueños apareces tú.
Reír, llorar, añorar, querer, amar, recordar, soñar. En
todos ellos estás tú.
Entraste a mi vida por esa ranura, sigilosamente,
deslizándote como una serpiente me alcanzaste.
El sueño roto y el hambre a ratos.
El amor hace estragos con unos más que con otros.
Es bonito y doloroso.
Juega con sentimientos correspondidos y se escapa de los no
correspondidos.
Alberga la duda, la esperanza, la sensibilidad, la
necesidad.
¿Por qué con el otro y no con uno mismo?
Acabo, ¿no puede uno autoalimentarse sin tener la necesidad
del Otro?
El Otro, siempre se quiere el Otro, aquello que no tenemos y
lo tiene el Otro.
Lo que el otro nos da, lo que el otro nos aporta, lo que nos
llena o nos quita, lo que nos hace y lo que no, lo que peleamos por conseguir del
otro, lo que le pedimos con palabras y silencios, lo que amamos del otro y lo
que odiamos o despreciamos.
Siempre hay un otro, de la clase que sea, amigo, hermano,
compañero, amante, marido, novio…
Y si no lo hay, si sólo la soledad nos acompaña, nos
enredamos en ese otro que solo es nuestro goce y del que debemos escapar,
rodearlo, dejarlo caer, no alimentarlo y saber que este no nos hace bien.
Adela Santurce